Cadencia, my love...

Hace 8 nudos hablé de perfeccionar tu estilo y 10 antes fue el desafío olímpico. No sé que me ha dado a mí con comparar la natación y la comunicación, pero me salen así. Mis referencias piscineras.

(no lo hago aposta, pero es que ayer me atacó de nuevo un arranque de inspiración natatoria; ya sabes que lo mío es ser pececillo)

Pues ahí estaba yo a remojo, disciplinada y obediente. En la piscina de 25. Retomando el ritmo.

Y oye, alucinaba. ¡Que se me está dando MUY bien!

Mejor que nunca.

Sin sufrir

Chap, chap.

Sin sufrir: Fluía.

Fácil, se sentía la cosa. Como un robot sardinilla avanzaba metros y metros, brazada tras brazada.

Hasta logré (por fin y como sin haberlo pretendido) hacer eso que veo en los reels de rotar sobre tu columna vertebral que dicen que hay que hacer, con mi respiración acompasada y profunda. Genial.

Sin esfuerzo, movimiento de eternal engine*. Ni cansada estaba. Me parecía magia.

¿Cómo se hace esto? me dirás.

Ahhhhmmm... Te diría que tu cadencia es el fruto de la persistencia, de practicar, de prestar atención, de querer superarte. De no abandonar esta ilusión y de no dejar de moverte y entrenar. Es algo que “ocurre” y es solo tuyo.

Y luego te pasará como a los artistas (salvando las diferencias): Pongo la radio y salta una canción que no había oído nunca antes… Pero ¿y ese sonido que me suena tanto? Y entonces una guitarra me grita ¡es Franz Ferdinand! —o como se llame tu banda—.

¿Lo entiendes? Tu público te conocerá. Porque es tuyo y te resulta fácil. He ahí tu estilo propio y tu marca personal.

Me parecía magia piscinera. Espero que se vuelva a repetir mañana y, si no es pedir mucho, siempre. Cadencia, my love.

*🚅referencia de Snowpiercer, serie postapocalíptica de Netflix.