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Treinta minutos secuestrada

"El arte de la simplicidad es un puzzle de complejidad", la comunicación es una pintura de Hockney

Treinta minutos, toditos para esa persona. Es experta en (léase cualquier tecnología vanguardista tipo blockchain) y va a contarnos algo a unos cientos que hemos venido hasta aquí en carne y hueso con nuestros abrigos, bolsos, mentes abiertas y otros electrónicos devices pegados a nuestra piel.

Hemos venido hasta aquí atravesando la ciudad y hemos subido esas escaleras porque nos interesa saber más del tema. Porque es el futuro, es el presente, es importante para nuestros negocios.

"Sí, sí, vamos a esa charla, a mí también me interesa", queremos aprender. Hemos elegido estar aquí, nos importa. Todo tuyos.

Treinta minutos con una audiencia. Una cita con la atención de cien personas, una cita con el mindspace que hoy te van a prestar. Oro. Golden opportunity.

Hoy vengo con anglicismos aposta, que he estado en el #BarcelonaTechSpirit y todavía tengo resaca.

Ponente y audiencia, aquí y ahora. Ahora o nunca. Speaker en el escenario, luz tenue, focos, gran pantalla y... 

Oro malgastado. Sin más. "Vaya, no nos ha contado nada nuevo".

Yo también he tenido alguna vez treinta minutos de alguien, secuestrados.

Quién no.

He malgastado el tiempo de mi audiencia.

Y el mío. La lección es oro.  

Ahora ya INTENTO ser concreta y anticipar qué esperan de mí, sin desviar su atención hacia diapositivas que no son para tanto y que lastrarían el fluir de la conversación. Me pongo objetivos pequeños: que aprendan algo nuevo y que quieran saber más. Y hablamos, hablamos de ellos.